Carta al abuelo.

Carta al abuelo.
(Salt Lake City, 11 de junio de 1998)

Recuerdo mi infancia a tu lado con total nitidez y emoción. Me hacías reir y te hacía feliz. El asombro invadía mis enormes ojos cuando me hacías creer que te comías los caramelos Sugus con papel.
Con mi manito dentro de la tuya caminé las mañanas de mi niñez hacia la placita de al lado de la estación de tren de Núñez. Construiste parte de los primeros años de mi vida, y nunca olvidaré tu presencia en esos momentos especiales.
A los cuatro años y medio me enseñaste a leer y escribir. Ni yo lo podía creer cuando escribí y leí mi primera palabra: "OAKY", aquel personaje de los dibujitos de Super Hijitus.
Siempre inculcaste en mi vida dulzura y sabiduría. Tu figura permanecerá intacta en mi memoria por siempre. Tu porte caballeroso, tu mirada serena, tu cálida sonrisa.
Siempre tenías algo gracioso para decir, alguna historia para contar. Siempre tan paciente y educado, tan señor.
Te debo mi admiración y respeto, lamento tanto no haberte dicho en mucho tiempo cuánto te quiero.
Sé que cuando terminé 5to año y me entregaron el diploma, allí estabas sentado entre la gente, llorando emocionado como si hubiese dado mis primeros pasos. Lamento no haber sabido que estabas allí, lamento no haber podido abrazarte como hubiese querido.
Antes de mi partida a los Estados Unidos me abrazaste con fuerza y me deseaste toda la suerte del mundo, intentando no llorar.
Nunca me voy a perdonar el no haberte llamado el 14 de mayo, tu cumpleaños número 75, tu último cumpleaños.
Anoche, mientras dormías, en un hospital de Buenos Aires, te fuiste lejos para no regresar.
Me gustaría haberte dicho tantas cosas que no te dije nunca.
Nunca te agradecí todo lo que supiste enseñarme con tanta dulzura.
Jamás te di las gracias por estar allí, incondicionalmente, siempre con la palabra justa, con la sonrisa comprensiva.
Quiero que sepas que vivirás en mi corazón por siempre.
Quiero decirte "gracias" por todo, por absolutamente todo.
Quiero decirte "adiós", abuelo querido, que Dios, tu Dios, te tenga en la gloria y ojalá te haya reservado un buen pedazo de cielo. Es lo menos que te merecés.
Te quiero muchísimo.

De tu primera nieta a mi casi único abuelo.