La puerta secreta

Regresas a la habitación en que despertaste, convencido de que hay una puerta que pasaste por alto o que no pudiste abrir. El hambre te tortura, no puedes pensar con lucidez. Te acercas a la pared que está junto a la cama y tanteas cada centímetro con desesperación. "Sé que está ahí, tiene que haber otra salida". Tus dedos tropiezan con un marco invisible, disimulado minuciosamente en las imperfecciones de la pared. Es probable que al despertar, con tus sentidos aun inmersos en el mundo de los sueños, lo hayas visto sin esfuerzo.

Empujas con todas las fuerzas que te quedan. Con el hambre, la sed, la incertidumbre, las ansias y la esperanza de salir de alli con urgencia. Lenta y chirriante la puerta cede. Apoyas los brazos, la cabeza, el alma contra ella y sigues empujando hasta que el espacio es suficiente para pasar al otro lado.

Tremenda sorpresa te llevas al encontrar frente a tí una mesa a la que, sentados tomando café, cuatro sujetos juegan a las cartas. Detrás de ellos, seis monitores muestran diferentes habitaciones semejantes a la que acabas de abandonar, en la que sendos individuos se comportan de acuerdo a su situación y posibilidades. Uno aún no despierta. Otro araña las paredes desencajado. Un tercero, sentado, pensativo, observa a su alrededor aparentemente calmo. El siguiente ha descubierto un destornillador e intenta abrir todo lo que toca. El quinto, cuchillo en mano, ha comenzado a mutilarse. El último monitor corresponde a tu habitación vacía.

Los hombres te observan impasibles, como si aún te hallaras del otro lado de la pantalla. Te invitan a sentarte y te ofrecen una taza de café. Tu estómago aceptaría gustoso, pero no puedes abandonarte así de fácil al juego de esos extraños. ¿Y si lo que intentan es envenenarte?

Tu mente funciona a toda velocidad calculando las posibilidades. Quizás no tengan intenciones de dejarte salir de allí después de haber visto lo que viste.