No mires afuera 15.b

Era cerca de medianoche cuando dejaron a Gonzalo dormido junto a Milena. Abril quería estudiar mejor los nombres en la agenda telefónica y tenía algunas preguntas que hacerle a Oliverio, así que ambos se dirigieron hacia el 10mo "B" donde pidieron unas pizzas.
-Perdón por el desorden, no suelo recibir más visita que la de mi vecino y él ya está acostumbrado.- Oliverio estaba abrumado por su suerte, no quería arruinarla con ningún movimiento fuera de lugar.
-Mi departamento está el triple de desordenado, no te hagas drama por eso. Constanza no guardaba los números importantes para ella en su agenda, lamento contarte, no figura Gonza ni yo, supongo que la mina esta tampoco. Esos números los tenía en el celular o se los sabría de memoria. Estos que marqué los conozco, son amigos y amigas en común, estos de acá algunos compañeros de laburo, esta es su antigua jefa de cuando laburaba en el Estudio y Nicolás es su ex novio de hace como diez años, que yo sepa nunca más se vieron.
-¿Terminaron mal?- preguntó Oliverio abriendo una caja de pizza.
-No, para nada. En esa época a ella le empezaban a interesar más las mujeres y parece que él empezaba a mirar con otros ojos a los hombres... una de esas parejas- ella rió y Oliverio se estremeció.
Hablaron del mensaje en el contestador mientras terminaban la cerveza, Abril no comprendía el significado ni podía saber quién dejaría un mensaje semejante, Oliverio lamentaba que lo alguien lo hubiese borrado, no tenía manera de trasmitirle la sensación que dejaba oír esa voz pronunciando las palabras aparentemente ordinarias.
Cuando pasó a relatarle el episodio del maniquí, ella sacó un atado de cigarrillos y él le acercó un cenicero. Mientras continuaba hablando, la vió acercarse el cenicero a la nariz y su corazón se aceleró. Se quedó callado esperando por lo menos una expresión reprobatoria.
-¿Tenés?- el gesto de niña cómplice que surgió en el rostro de Abril le arrancó una carcajada involuntaria.-¿Qué pasa?
La segunda pregunta la puso un poco a la defensiva, así que Oliverio se apresuró a sacar un paquetito del armario y una cajita de papel de armar.
-Nada pasa. Es que lo último que me hubiese imaginado en este día tan complicado es que lo terminaría fumándome un porro con una hermosa desconocida.- La sonrisa ruborizada de Abril fue suficiente respuesta, abrió el paquete y dejó que lo observara. Terminó de contarle lo del maniquí mientras armaba y encendía el porro. Los ojos de ella lo miraban incrédulos, la situación tomaba tintes macabros, de esos que sólo pasan en las películas. Oliverio le hizo señas para que salieran al balcón y le indicó que debían hablar despacio porque cerca de la ventana del balcón de al lado dormía Gonzalo. Ella asintió y dió una profunda calada antes de devolverle el porro. Oliverio la observó exhalar el humo sintiéndose flotar en algún lugar entre el limbo y el paraíso. Sonrió y se perdió en la noche. Constanza y Gonzalo eran en ese momento dos fantasmas lejanos.